miércoles, 12 de diciembre de 2012

Comentario en Amazon de Ella es mía.

Puede que para alguno/as esto sea una tontería pero hay que ver la ilusión que te hace cuando ves un comentario de tu libro. Aunque sea de tres estrella, te da un subidón enorme. Que alguien no solo lo haya comprado sino que encima se moleste en volver y dejarte su opinión. Significa mucho para los autores noveles que no solo empezamos sino que además nos autopublicamos esos pequeños comentarios que nos regalan. Por lo menos a mí me hace ilusión.
Os dejo ese comentario que es el segundo para Ella es mía...

  Un posible incesto December 11, 2012
Amazon Verified Purchase
La historia habla de un amor prohibido entre dos hermanos que tiene una conexión especial.. pero ¿realmente son hermanos? Esto es lo que se descubrirá en el transcurso de la historia y como él trata por todos los medio de no amarla y como las personas cercanas a este descubren su secreto y las reacciones... pero ¿realmente valdrá su tormento? ¿la dejará partir para que sea la esposa de otro?
 
 

sábado, 1 de diciembre de 2012

Pasión de Navidad por El club de las escritoras

No dejeis pasar esta oportunidad que nos brindas las compis de El club de las escritoras. Relatos navideños, llenos de amor.

martes, 17 de julio de 2012

Escena de Ella es mía


En el interior no se oía nada, sintió frio y una sonrisa rompió la rigidez de su rostro. La ventana estaba abierta y la luna brillaba en todo su esplendor.  Se acercó al borde de la cama junto a su rostro y la vio dormida.

Sus dedos acariciaron la comisura de sus  labios, carnosos y sensuales.

Cuantas veces había deseado besarlos a lo largo de los años que llevaba guardando su oscuro secreto. Ya no recordaba ni un solo día en el que no hubiese sentido esa necesidad de ella. Sus dedos dibujaron la línea de cuello, deteniéndose donde su pulso latía, recordándole que vivía y lo cerca que había estado de la muerte.

Se apartó bruscamente de ella, como un muñeco impulsado por un resorte. La poca cordura que en aquellos momentos le quedaba le decía que no siguiera.

Luchaba, luchaba con todas sus fuerzas y aquello seguía creciendo en su interior. No podía, no podía controlar sus sentimientos, no podía apartar de su mente el cuerpo de Arabella, su cuerpo de mujer, ese cuerpo que le torturaba cada día, cada noche.

Sus manos, sin control, volvieron a su cuerpo, a rozar su cabello, sus labios. Solo quería besarlos, sentirlos junto a los suyos, lentamente se fue  acercando a ellos. Su cordura le decía que eso no estaba bien, su cuerpo ardiendo le pedía más. Rozó la miel… el cuerpo de Arabella tembló, el suelo bajo sus pies tembló. Se apartó de su lado, esperando impaciente, asustado por ser descubierto. Ella siguió durmiendo.

No podía, no podía detener sus manos. La presión en sus pantalones era insoportable y su cordura  había perdido la batalla.  Ahora era preso de la lujuria, solo obedecía a su entrepierna. Extendió la mano y la destapó. Se recreó en la visión que tenía ante él. Una diosa pelirroja de piel marfil, llenó sus pulmones con el olor a ella, siempre rosas y sándalo. Aquel aroma fue como elixir. Observó sus pies descalzos, tan pequeños, deseó tocarlos, besarlos. Sus piernas, tan largas, tan perfectas. El camisón dejaba ver más de lo que la decencia permitía, sus muslos le tentaban.

Extasiado, observó sus pechos elevarse con cada respiración. Inclinó la cabeza para ver  un poco más, pero el maldito camisón estaba abotonado  hasta el cuello. Volvió la mirada hacia los muslos. Su miembro palpitaba apretado, exigiéndole liberación. Colocó su mano sobre la parte interior del muslo y esperó. Arabella se movió al contacto pero no se despertó. Siguió con su mano el movimiento de la joven que se colocó bocarriba. Cuando la tranquilidad volvió al sueño de ella, él estaba con su mano entre sus muslos, tan cerca de su unión. Inspiró aliviado y triunfante. Con movimientos lentos, casi imperceptibles fue subiendo la mano, en una caricia que estaba haciéndole perder el juicio. Se detuvo unos segundos cuando rozó la suavidad de los vellos, pero ya no había vuelta atrás, necesitaba sentirla. Anhela el contacto, ansiaba tocar su esencia de mujer. Solo movió un dedo, solo un poco más cerca, el calor fue aumentando y sintió la humedad  de ella. Solo un roce,  y sintió temblar tanto el suelo a sus pies como el cuerpo de ella. Un temblor que instintivamente le hizo retirar la mano, y se maldijo cuando la hubo retirado. Ella dormía. Se llevó la mano a la boca, y se llenó del sabor más delicioso del mundo, su olor, su intimidad… y explotó. Su cuerpo tembló y su miembro se derramó.

Segundos después, su amiga la cordura volvió a llegar, aun tenía el sabor a ella en los labios, el olor en sus pulmones y el tamaño de su miembro amenazaba con volver a tomar el control, pero el miedo y la rabia empezaron a arraigarse en su cuerpo y salió despavorido de la habitación.


lunes, 16 de julio de 2012

Ella es mía en Amazon

"Ella es mía"

Hoy ha salido publicada en Amazon mi primera novela "Ella es mía" .
Quería poneros una bonita entrada pero es que las palabras no me salen. Los nervios no me dejan pensar. Mi cabecita está saturada de preguntas y de temores, mayormente de temores.
Poner tu manuscrito a disposición de todo el mundo es un gran paso. "Ella es mía" lleva en el cajón desde hace varios años y hasta este año no vio la luz. Los primeros pasos fueron colgarla en Wattpad donde los comentarios de las personas que la leyeron me animaron a ir un poco más allá y cometer la locura (porque no puedo calificarlo de otra cosa en estos momentos) de publicarla en formato digital.

He querido dedicarla a las personas que realmente me animaron y en un intento de no olvidar a nadie quizás haya olvidado mencionar a alguien detalladamente.

A mis  seguidoras de Wattpad,
 A las compañeras de ¿Escribimos..?
  y de Lectoras de romántica
 en Facebook,
cuyos comentarios me animaron a dar el paso.
Gracias por vuestro apoyo.


 Y olvidé mencionar que la portada me la hizo una amiga, Charo Arqued.

 En los próximos días, cuando mis nervios se calmen un poco os iré contando más sobre ella y sus personajes.


Espero que os guste y que disfruteis con ella tanto como ya escribiéndola.
Os dejo alguna de las escenas


lunes, 7 de mayo de 2012

SEGUNDA NOVELA

                          NACIDA PARA MI

Con este título nace la segunda novela de la saga. Cuenta  la historia de Marcus Laverty McLavert, jefe del clan McLavert. 

Hermano de Lucien Laverty, protagonista de Condenado a amarte.



CAP 1
"Ven a mí” le susurró al viento.
Jamás pensó en que unas  palabras pudieran encerrar tanto dolor.
En alguna parte había una mujer nacida para él.
La certeza de esas palabras era tan palpable como su impotencia y su impaciencia.
“Cuando alguno de tus hijos cruce la línea del odio a los mortales, haré nacer cuatro mujeres. Con ellas, tus hijos conocerán el dolor físico que se siente cuando un corazón se rompe. Conocerán el dolor del alma provocado por la angustia. Conocerán el dolor de la necesidad. Y odiaran la inmortalidad que les has dado.”
Había repetido aquellas palabras una infinidad de veces y las habían analizado otras tantas. Una maldición lanzada sobre él y sus hermanos. Una maldición que les aseguraba dolor y angustia y que había cambiado sus vidas desde aquel momento.
 Marcus suspiró, la maldición tenía final feliz. Su hermano Lucien, estaba felizmente casado. Thara era una de esas cuatro mujeres anunciadas por la maldición y si bien todo había empezado como auguraba, con dolor y sufrimiento. Ahora les esperaba toda una eternidad de amor.  
Apretó los puños, quería esa felicidad para él. Pero la maldición también les aseguraba que nada podía hacer por hallar a esa mujer, que llegado el momento, ella le encontraría. Como Thara había encontrado a Lucien, contradiciendo todos las leyes de la lógica, ella se abrió paso hasta la mente de Lucien aún a pesar de ser tanta la distancia física entre ellos.
“Búscame…” imploró Marcus.
...

UNA ESCENA DE OTRO CAPITULO

Stella bajó la mirada hacia la tela a cuadros que tenía en las manos. Era una prenda de él. Si ella vestía los mismos colores, significaba eso que le conocía. Poco duró la alegría que su corazón sintió ante la idea, otra pregunta se tragó de golpe su felicidad. ¿Sería su esposa? Las mujeres no vestían los mantos de los clanes a menos que desearan dar a conocer su posición como esposa del laird. Las interrogantes se amontonaron en su  cabeza y para la mitad de ellas no quería conocer las respuestas. Un tumulto de nuevas sensaciones la abordaron y elevó su mirada desafiante. Sentía miedo al mismo tiempo que ganas de luchar por algo que consideraba suyo. Sentía rabia y dolor, así como una confusa posesión por aquella prenda. Sintió la necesidad de quitársela de los hombros a aquella mujer, como si no tuviese derecho a llevarlo. Pero era ella la extraña, la que no tenía derecho a llevarlo. Bajó la mirada arrepentida de sus pensamientos. Se lo dieron solo como muestra de cortesía para cubrir su desnudez, para no tener que mirar lo que otro hombre había manchado. Las lágrimas volvieron a sus ojos y brotaron sin control. Y aún así,  tragó intentando bajar la angustia lo más hondo posible antes de preguntar.
    ¿A qué clan? – no pudo terminar la frase, las palabras se atragantaron en su garganta.
    McLavert – se apresuró a contestar Thara.
    McLavert… - repitió Stella. La solo mención de ese nombre hizo olvidar su dolor y cambiarlo por… debía de ser miedo y sin embargo, no lo era. – El demonio inmortal, la fortaleza sin muralla.
Stella recordó sus ojos rojos como la sangre, la furia contenida en ellos, el dolor tras esa rabia. El dueño de sus sueños era el temido jefe de los McLavert.
Menuda fama tenía su cuñado en esas tierras, pensó Thara con burla, dejando que sus palabras llegaran hasta la mente de su esposo.
“Aquí no tiene que esconder lo que es. Todo es posible en las highlands” se burló Lucien.
    Él es… tú eres…  - las mejillas de Stella se sonrojaron.
    No – gritó Thara riéndose. – Mi esposo te va a matar por pensar eso.- Thara oyó resoplar a Lucien y ella rió aún más. – Soy la esposa de su  hermano.
    Marcus McLavert.
Thara no supo si Stella preguntaba o confirmaba, así que hizo un movimiento con la cabeza para afirmar como toda respuesta.
 ¿Quién no había oído ese nombre en cientos de kilómetros a la redonda? Marcus McLavert, el hombre de sus sueños ya tenía nombre, aunque un nombre temido.  Todo tipo de leyendas se habían extendido por las highlands, leyendas que hablaban sobre un poder sobrenatural de Marcus, le apodaban “el eterno”, “el invencible” a veces hasta “el diablo”. Ella había visto esos ojos rojos de los que tanto se hablaban. Ahora entendía porque ella lucia esos colores fuera de las tierras McLavert. Lucir los colores del clan  era protección segura, nadie provocaría la ira de Marcus.
    Cabello negro como la noche más oscura con ondas que descansan en una espalda ancha y fuerte. Brazos musculosos capaz de estrujarte con la más mínima presión y que con toda seguridad te abrazarían con dulzura para protegerte. Mandíbula recta sujetando una boca cuyo labio inferior te promete locuras y unos ojos que parecen haber encerrado el sol en ellos…o el mismo infierno.  – Stella había descrito al hombre de sus sueños, al hombre de carne y hueso apenas le había visto, aunque fue suficiente para reconocerlo. Al fantasma… a ese ni siquiera pudo mirarlo.
Thara suspiró atrayendo la mirada de Stella. La descripción le había traido a la mente la imagen de su esposo.
    Dime que no lo he dicho en voz alta.
    Sí, lo has hecho. – Thara no pudo evitar reírse de lo sonrojada que se había puesto Stella.
     Madre mía, lo siento. – Stella se llevó las manos a las mejillas, intentando ocultar el sonrojo y el bochorno que sentía en esos momentos. Había hablado en voz alta. Había descrito al jefe de los McLavert pensando en el hombre de sus sueños y aunque evidentemente eran la misma persona, no era adecuada hablar de él con tanta devoción, se había portado como una muchacha enamorada.
No estaba a caso enamorada de un sueño, si ahora ese sueño tenía cuerpo, ¿estaba enamorada de él? Stella no había pensado en ello. No había tenido tiempo de hacerlo.
 

jueves, 19 de abril de 2012

Perdida

Hace meses que no escribo nada. Mi novela "Nacida para mí" está atascada. No consigo avanzar. La he releido un montón de veces por ver si arrancaba y las palabras acudían a mí pero no consigo seguir. Es algo frustante sentarte ante una hoja en blanco y que se te acabe el tiempo del que dispones y el papel siga igual. Nada sale de mis manos.
Hasta he perdido las ganas de leer. A veces un libro me hacía retomar mi novela y ahora los libros se me amontonan en la estantería y no me apetece abrir ni uno.
Se me fue no solo la musa sino todo...

Intenté empezar una nueva. En mi mente nacieron cuatro personajes nuevos que clamaban su historia. Sus nombres surgieron de golpe, llenando un cuaderno con ellos, y no miento, un cuaderno entero y no se ha añadido ni una sola letra más.
 Se me acaban las ideas. Tal vez lo mejor sea dejarlo todo. Un tiempo de descanso para ansiar de nuevo un cuaderno en blanco y un lapiz que me ayude a salir de esta apatía.

martes, 10 de abril de 2012

Mis confesiones

Mi rutina para escribir es siempre la misma: agarro un lápiz (alguno de mi enorme colección) y una libreta (no siempre es la misma, depende del dia será azul, burdeos o negra) y me dispongo a plasmar en esas hojas cuadriculadas alguna idea que me haya estado rondando o simplemente espero a que aparezca esa idea. Mientras espero, voy escribiendo una y otra vez los nombres de los protagonistas, como si ellos llamasenn a su propia historia. Hay dias que relleno hojas y hojas simplemente con esos nombres y no escribo nada (a eso yo lo llamo un mal dia). Casi siempre, entre nombre y nombre aparecen frases, diálogos o alguna descripción que luego utilizo an algun momento. Puede que no en esta novela, pero como guardo todas mis libretas siempre estan ahí.
Cuando la inspiración me acompaña escribo hojas y hojas que luego paso al ordenador. Casi todas mis novelas estan escritas primero a lápiz y luego en el word. Son pocas las veces  qe la inspiración me asalta entre teclas.

sábado, 3 de marzo de 2012

CONDENADO A AMARTE

Londres, Inglaterra.

Aquel nunca había sido uno de sus dones. Podía leer el pensamiento de los demás si lo buscaba, pero jamás un contacto accidental había hecho algo así.
Buena noche, Barlayle felicitó Rowland caminando hacia la salida del club.
Tan solo fue un cordial saludo. Una simple palmada en la espalda para felicitarle por una buena partida de cartas y todo su ser se encogió ante el estruendo de imágenes que invadieron su cabeza.
Lucien Laverty, conde de Barlay, no pudo contestar, se había quedado paralizado. Mudo por la crueldad de aquellas escenas.
Todos los miembros del club conocían la inclinación de Rowland por golpear a las mujeres. No era ningún secreto, pues él mismo se jactaba con frecuencia de ello. Sin embargo, lo que Lucien había visto, iba más allá de una actividad sexual.
Nadie le vio recorrer en un solo paso los casi diez metros que ya le separaban de Rowland. Amparado en la escasa luz de la entrada al club de la calle St James y ayudado por las borracheras de la mayoría de los miembros que lo abandonaban, Lucien utilizó su magia para recuperar los segundos que el atropello de imágenes sin sentido le habían hecho perder. Buscó un segundo contacto.
Rowland estaba subiendo a su carruaje cuando Lucien se abalanzó sobre él, en un tropiezo fingido. Necesitaba algo más que el contacto de una palmada. Con sus dos manos apoyadas sobre la espalda de Rowland,  se empapó de aquellas escenas que segundos antes solo había vislumbrado.
¿Pero qué diablos?… ¡Barlay!le reprendió Rowland enfurecido, sacudiéndose de encima las manos de Lucien como si fuese a mancharle.
Creeo… que  me… iré…  a  dormirle contestó Lucien arrastrando las palabras, en un intento de parecer tan borracho como los demás.
Rowland ni siquiera se molestó en contestar. Seguía empeñado en deshacerse del contacto de  Lucien. Sus manos seguían sacudiendo el lugar donde él le había tocado. Con una mueca de asco en su rostro, entró en el carruaje y golpeó el techo, indicándole al cochero que podía partir, poco le importaba un conde borracho.
Lucien, se irguió, se colocó su capa sobre los hombros y caminó hacia la oscuridad de la noche.  Hacia  las sombras producidas por las mansiones y los callejones. Ya tenía lo que buscaba. Nada le retenía en ese lugar. Así que se dejó llevar por el viento y sus moléculas se separaron hasta desmaterializar su cuerpo.
Sus células volvieron a unirse formando un cuerpo sólido en la biblioteca de su mansión. Nada más tomar consistencia su mente vagó por los recuerdos que había absorbido de Rowland.  
 “—No, he hecho nada…  por favor suélteme.
Bruja, eres una bruja… confiesa le gritaba Rowland.
Ahh  el grito de la joven desgarró el silencio. Rowland había golpeado su espalda con un látigo. Una segunda sacudida estremeció el cuerpo de la joven antes de desmayarse.
Esperad a que despierte  ordenó Rowland —. Mientras seguid con las demás.”
Las imágenes se  cortaron. Lucien terminó de dar un paso. No se había dado cuenta de que se había detenido. La escena le había inmovilizado. Tomando todo control de su cuerpo. Respiraba con lentitud y profundamente.
Una copa, necesita un buen trago, se dijo. Caminó hacia la mesita con las bebidas y tomó una botella de whisky y un vaso. El líquido ambarino descendió de un golpe por su garganta. Se ahogaba. Necesitaba otro. Volvió a llenar el vaso y a vaciarlo con rapidez.
Esta es mía—. Las manos de Rowland acariciaron la piel ensangrentada a causa de  las heridas. Sus ojos se cerraron, mostrando placer por el contacto. Con sus manos manchadas de sangre, siguió acariciando el cuerpo desnudo e inerte de la joven. Manoseó los delicados pechos. El rostro de Rowland mostraba placer, el de Lucien repulsión. Siguió contemplando, como espectador involuntario, las manos de  Rowland pellizcando los rosados pezones de la mujer, cubriéndolos de rojo. Los ojos de Lucien siguieron el camino de una gota de sangre que resbaló por el vientre femenino y se perdió en su ombligo. Tan solo había parpadeado y en ese tiempo, ese diminuto camino había sido extendido por la asquerosa mano de Rowland.  La joven levantó la cabeza y le miró horrorizada. Sus ojos verdes cristalinos, miraron más allá de su torturador, más allá de todo cuanto veía
Miraron directamente a los ojos de Lucien y rogaron la muerte.
Sacudió la cabeza y la imagen desapareció de su visión. Esos ojos miraban a Rowland, se dijo, tenía que ser así. ¿Cómo iban a mirarle a él?
Inclinó la botella para llenar el vaso de nuevo, pero no había botella, ni tampoco vaso. Los cristales estaban incrustados en su piel. Había apretado con tanta fuerza sus manos que la botella  y el vaso se habían  hecho añicos. Se miró las manos, temblaban. Sus músculos estaban tan contraídos que su piel estaba pálida y los cristales atrapados entre ellos. Tiró con fuerza de un trozo. No sentía dolor ninguno en la mano aunque la herida era profunda. Observó hipnotizado el descenso de una gota de sangre que se escurrió del cristal y volvió al interior de su cuerpo. Ni una gota abandonaría sus venas, en cambio en ella no era así. La sangre humana se derramaba en cada herida. Rowland había extendido ese líquido rojo por todo su cuerpo con un deleite monstruoso.
—Puedo estar así todo el tiempo que deseesle susurró con lascivia al oído. Disfrutaré cada segundo. Rowland acompañó sus palabras con un movimiento de cadera que colocó su miembro erecto junto a la pierna femenina. Las cadenas rugieron cuando ella intentó apartarse.”
La escena desapareció de su cabeza y Lucien veía de nuevo sus manos. Cerradas y  con los cristales sobresaliendo de ellas a través de su piel. Por un momento, pensó en su hermano. Solo Marcus era capaz de crear imágenes sobre la palma de la mano. Observó su puño, no su palma. La única imagen allí estaba en su cabeza.  Tiró de un nuevo trozo de la botella sin ni siquiera abrir sus  dedos. En aquellas manos no había dolor ni sangre.  Abrió los puños y miró, extrañamente sosegado, los restos de la botella y del vaso que aún estaban en él. La herida producida por la extracción del anterior trozo ya había cerrado, y la otra llevaba el mismo camino. Uno a uno se quitó los cristales y los arrojó al suelo. Los contempló a sus pies, sobre la alfombra. Todos limpios, sin una mancha roja.
“—No me importa si confiesas o no. Puedo mantenerte viva durante días. Tardaré mucho en cansarme de acariciar este precioso cuerpo.
Las palabras de Rowland se mezclaban con el rechinar de los grilletes. La única protesta de ella. De sus labios no saldría ni una palabra de suplica, no le daría ese placer. Sus ojos le miraron desafiantes y Rowland le apartó la mirada con un bofetón en la mejilla. Los dientes de ella mordieron la comisura de sus labios tragándose la sangre.
Eso es míogritó Rowland, apoderándose de los labios con su boca en un beso posesivo y doloroso.
Los ojos de la mujer se movieron buscando. Cuando hallaron lo que buscaban, una lágrima rodó por su mejilla.”
Lucien dio un paso atrás sorprendido. Sus ojos lo habían buscado, como si se hubiese encontrado allí.
Lo habían buscado.   Esos ojos verdes que rogaban la muerte a alguien que no estaba allí, lo habían buscado.
Caminó en círculos alrededor de los cristales del suelo. Él no había estado allí, ¿por qué ella le miraba? A todo esto, ¿quién era ella?
Lucien se pasó las manos por la cabeza y desordenó sus cabellos mientras buscaba en su propia mente, entre sus propios recuerdos.
Esos ojos verdes, ese brillo de las lágrimas, esa suplica…
Continuó paseando por la biblioteca como un animal enjaulado. Caminando y deshaciendo el camino.
Traed agua para limpiarla, no quiero sangre seca sobre ella.
Un monje le acercó un cubo del que colgaba un trapo. Lo dejó a su lado y se apartó. Ni siquiera lo miró. Permaneció quieto y con la cabeza oculta en la capucha del hábito, esperando.
—¿Quiere que la limpie?preguntó el monje. Su voz temblaba, incapaz de ocultar el miedo que estaba sintiendo.
No vais a tocarla gritó Rowland enfurecido a apenas unos centímetros del rostro del monje que se asustó tanto que tropezó en su huida y cayó al suelo.
Padre nuestro…rezaba el monje mientras se arrastraba lejos de Rowland.
Ninguno de esos monjes salidos iba a tocarla. Ella era suya. Sin embargo, la idea de limpiarla él mismo tampoco era de su agrado. La solución apareció a sus ojos al mirar hacia la derecha. A ella aún no la habían tocado. Rowland caminó hacia una mujer. Agarró las llaves que colgaban de su cinto y abrió los grilletes que la sujetaban a la pared.
Límpiale la sangre secale ordenó señalando con la mano el cuerpo de la joven.”
Miró desorientado a su alrededor. Se había detenido de nuevo. Como si el tiempo se detuviera mientras veía los retazos de imágenes.
 —Convoco a…— Lucien detuvo sus palabras.
No podía convocar los poderes de la espada. No podía utilizar su magia.  No cuando  el obispo Gardiner  estaba removiendo todo el reino en busca de brujas. Quizás no fuera el mejor momento para meterse en problemas. Debería permanecer escondido y esperar el paso del tiempo. Un escalofrío le recorrió de arriba abajo, aquellos ojos verdes que le perseguían no iban a esperar a que todo pasase.
Esta es mía—. Las manos de Rowland acariciaron la piel ensangrentada a causa de  las heridas. Sus ojos se cerraron, mostrando placer por el contacto. Con sus manos manchadas de sangre, siguió acariciando el cuerpo desnudo e inerte de la joven. Manoseó los delicados pechos y  pellizcó los rosados pezones de la mujer, cubriéndolos de rojo. La diminuta gota  de sangre que resbaló por el vientre femenino y se perdió en su ombligo, la mano de Rowland extendiéndola.  La joven levantó la cabeza y le miró”.
Lucien retrocedió, huyendo de su mirada.
Buscaría a Rowland y lo descuartizaría vivo. La idea le reconfortó, en demasía quizás, pero poco le importaba en esos momentos volver al pasado, después de todo, el pasado ya estaba volviendo sin él buscarlo. Sin embargo, la desilusión se abrió pronto paso. Si acababa con Rowland nunca la encontraría a ella. Y aunque fuese un cadáver ya, se merecía descanso.