lunes, 7 de mayo de 2012

SEGUNDA NOVELA

                          NACIDA PARA MI

Con este título nace la segunda novela de la saga. Cuenta  la historia de Marcus Laverty McLavert, jefe del clan McLavert. 

Hermano de Lucien Laverty, protagonista de Condenado a amarte.



CAP 1
"Ven a mí” le susurró al viento.
Jamás pensó en que unas  palabras pudieran encerrar tanto dolor.
En alguna parte había una mujer nacida para él.
La certeza de esas palabras era tan palpable como su impotencia y su impaciencia.
“Cuando alguno de tus hijos cruce la línea del odio a los mortales, haré nacer cuatro mujeres. Con ellas, tus hijos conocerán el dolor físico que se siente cuando un corazón se rompe. Conocerán el dolor del alma provocado por la angustia. Conocerán el dolor de la necesidad. Y odiaran la inmortalidad que les has dado.”
Había repetido aquellas palabras una infinidad de veces y las habían analizado otras tantas. Una maldición lanzada sobre él y sus hermanos. Una maldición que les aseguraba dolor y angustia y que había cambiado sus vidas desde aquel momento.
 Marcus suspiró, la maldición tenía final feliz. Su hermano Lucien, estaba felizmente casado. Thara era una de esas cuatro mujeres anunciadas por la maldición y si bien todo había empezado como auguraba, con dolor y sufrimiento. Ahora les esperaba toda una eternidad de amor.  
Apretó los puños, quería esa felicidad para él. Pero la maldición también les aseguraba que nada podía hacer por hallar a esa mujer, que llegado el momento, ella le encontraría. Como Thara había encontrado a Lucien, contradiciendo todos las leyes de la lógica, ella se abrió paso hasta la mente de Lucien aún a pesar de ser tanta la distancia física entre ellos.
“Búscame…” imploró Marcus.
...

UNA ESCENA DE OTRO CAPITULO

Stella bajó la mirada hacia la tela a cuadros que tenía en las manos. Era una prenda de él. Si ella vestía los mismos colores, significaba eso que le conocía. Poco duró la alegría que su corazón sintió ante la idea, otra pregunta se tragó de golpe su felicidad. ¿Sería su esposa? Las mujeres no vestían los mantos de los clanes a menos que desearan dar a conocer su posición como esposa del laird. Las interrogantes se amontonaron en su  cabeza y para la mitad de ellas no quería conocer las respuestas. Un tumulto de nuevas sensaciones la abordaron y elevó su mirada desafiante. Sentía miedo al mismo tiempo que ganas de luchar por algo que consideraba suyo. Sentía rabia y dolor, así como una confusa posesión por aquella prenda. Sintió la necesidad de quitársela de los hombros a aquella mujer, como si no tuviese derecho a llevarlo. Pero era ella la extraña, la que no tenía derecho a llevarlo. Bajó la mirada arrepentida de sus pensamientos. Se lo dieron solo como muestra de cortesía para cubrir su desnudez, para no tener que mirar lo que otro hombre había manchado. Las lágrimas volvieron a sus ojos y brotaron sin control. Y aún así,  tragó intentando bajar la angustia lo más hondo posible antes de preguntar.
    ¿A qué clan? – no pudo terminar la frase, las palabras se atragantaron en su garganta.
    McLavert – se apresuró a contestar Thara.
    McLavert… - repitió Stella. La solo mención de ese nombre hizo olvidar su dolor y cambiarlo por… debía de ser miedo y sin embargo, no lo era. – El demonio inmortal, la fortaleza sin muralla.
Stella recordó sus ojos rojos como la sangre, la furia contenida en ellos, el dolor tras esa rabia. El dueño de sus sueños era el temido jefe de los McLavert.
Menuda fama tenía su cuñado en esas tierras, pensó Thara con burla, dejando que sus palabras llegaran hasta la mente de su esposo.
“Aquí no tiene que esconder lo que es. Todo es posible en las highlands” se burló Lucien.
    Él es… tú eres…  - las mejillas de Stella se sonrojaron.
    No – gritó Thara riéndose. – Mi esposo te va a matar por pensar eso.- Thara oyó resoplar a Lucien y ella rió aún más. – Soy la esposa de su  hermano.
    Marcus McLavert.
Thara no supo si Stella preguntaba o confirmaba, así que hizo un movimiento con la cabeza para afirmar como toda respuesta.
 ¿Quién no había oído ese nombre en cientos de kilómetros a la redonda? Marcus McLavert, el hombre de sus sueños ya tenía nombre, aunque un nombre temido.  Todo tipo de leyendas se habían extendido por las highlands, leyendas que hablaban sobre un poder sobrenatural de Marcus, le apodaban “el eterno”, “el invencible” a veces hasta “el diablo”. Ella había visto esos ojos rojos de los que tanto se hablaban. Ahora entendía porque ella lucia esos colores fuera de las tierras McLavert. Lucir los colores del clan  era protección segura, nadie provocaría la ira de Marcus.
    Cabello negro como la noche más oscura con ondas que descansan en una espalda ancha y fuerte. Brazos musculosos capaz de estrujarte con la más mínima presión y que con toda seguridad te abrazarían con dulzura para protegerte. Mandíbula recta sujetando una boca cuyo labio inferior te promete locuras y unos ojos que parecen haber encerrado el sol en ellos…o el mismo infierno.  – Stella había descrito al hombre de sus sueños, al hombre de carne y hueso apenas le había visto, aunque fue suficiente para reconocerlo. Al fantasma… a ese ni siquiera pudo mirarlo.
Thara suspiró atrayendo la mirada de Stella. La descripción le había traido a la mente la imagen de su esposo.
    Dime que no lo he dicho en voz alta.
    Sí, lo has hecho. – Thara no pudo evitar reírse de lo sonrojada que se había puesto Stella.
     Madre mía, lo siento. – Stella se llevó las manos a las mejillas, intentando ocultar el sonrojo y el bochorno que sentía en esos momentos. Había hablado en voz alta. Había descrito al jefe de los McLavert pensando en el hombre de sus sueños y aunque evidentemente eran la misma persona, no era adecuada hablar de él con tanta devoción, se había portado como una muchacha enamorada.
No estaba a caso enamorada de un sueño, si ahora ese sueño tenía cuerpo, ¿estaba enamorada de él? Stella no había pensado en ello. No había tenido tiempo de hacerlo.
 

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